Despues de mucho caminar llegué a la ciudad, parecia un barrio comercial, supuse que aquí es donde se encontraria el herrero, fuí mirando por todas las tiendas y con lo único que me encontraba era con gente que me miraba raro... -(¿Huelo mal?)- Pensaba para mí mismo.
Al fin, encontré un sitio que parecia que me podian arreglar mi espada, pero en cuanto me dí cuenta el tipo de la tienda sacó un papel magico que se pegaba a la espada, sin duda era magia, aun que el lo llamaba Cinta aislante, mi espada quedó como nueva, le dí las gracias a ese señor con un gesto de reverencia japones, y me fuí de alli moviendo la colita y agarrando mi espada nueva, más feliz que un colibrí.
Decidí volver al instituto.